La muerte: ese gran tabú

La muerte: ese gran tabú

Escrito por: Sacra    13 mayo 2009     2 minutos

Por muy pequeño que sea nuestro niño, su capacidad de percepción ante las situaciones difíciles es innata y, por tanto, necesita de una explicación. Esto sucede en los momentos en los que ocurre una muerte cercana. El niño se preguntará qué está sucediendo a su alrededor y, por qué se le excluye de esos sentimientos que hacen que los adulto se encuentren totalmente tristes.

La muerte sigue siendo uno de los temas prohibidos a la hora de hablar, en nuestra sociedad. Algunas veces porque, en realidad no sabemos cómo abordarlo, no encontramos la explicación o, simplemente, nos parece innecesario o cruel planteárselo a nuestro pequeño. Pero tenemos que pensar que resulta mucho más perjudicial intentar evitar el tema o inventar historias que lo puedan hacer sentirse abandonado, apartado del círculo familiar o ignorado en sus dudas, además de confundirle y crearle ciertos miedos que le van a ser muy difíciles de abandonar.

Lo mejor, sin duda, es abordarlo directamente. Ante estas situaciones traumáticas el niño nos va a hacer preguntas directas y claras, que necesitan de respuesta. ¿Dónde está la abuela?… decirle que se ha quedado dormida o se ha ido al cielo son respuestas a las que recurrimos a fin de evitarle más daño, pero el niño va a crecer con la idea de que la abuela, cualquier día, va a volver o despertar con lo que, con el tiempo le va a crear un sentimiento de terror ante la idea de la muerte, además de una grave confusión.

Cuando tenemos que comunicar un fallecimiento a nuestro niño hay que valorar ciertos aspectos. Su edad, su madurez y si tiene algún conocimiento anterior sobre el tema son fundamentales, así como las creencias religiosas que se tengan en la familia. No se trata de bombardearles a detalles, ellos sólo necesitan una explicación sencilla y clara, adaptada al nivel de comprensión de nuestro niño. Seguramente nos planteará alguna pregunta que debemos responder siempre. No debemos olvidar que oír no es lo mismo que escuchar y nuestros pequeños necesitan de nuestra comprensión y atención, además de nuestro cariño.

Vía | Con mis hijos