Características de las familias funcionales y disfuncionales

La felicidad en la familia no está determinada por la búsqueda de un ambiente perfecto porque esa realidad no existe. Sin embargo, algunas variables pueden influir positivamente en la creación de un entorno nutritivo de crecimiento mientras que otros factores producen el efecto opuesto. Existe un síntoma que identifica a una familia disfuncional: la sucesión constante de conflictos y tensiones que parecen no llegar a su fin.

Por supuesto, en las familias funcionales también hay dificultades, problemas y etapas complejas. Pero afrontan y resuelven los desafíos que surgen en el camino. Es decir, disponen de herramientas y recursos para gestionar esas situaciones (o buscan ayuda para afrontar el proceso si necesitan apoyo externo). De este modo, evolucionan, avanzan y crean un entorno protector para el menor.

Las familias funcionales aportan una protección integral, las disfuncionales presentan numerosas carencias

Un entorno disfuncional, por su parte, presenta carencias significativas en su estructura interna. El propio sistema y las dinámicas de relación que existen entre los miembros de la familia generan sufrimiento, desgaste y estrés. Como hemos comentado, un entorno funcional aporta seguridad al niño: esta es una de las necesidades básicas a nivel emocional. Pero esa protección no está presente en un ambiente que, en realidad, genera una constante sensación de fragilidad, riesgo y vulnerabilidad. Predomina la inestabilidad, la incertidumbre, la falta de asertividad, el caos y el desbordamiento emocional.

Del mismo modo, no existe una clara diferenciación de roles y responsabilidades. De hecho, en ocasiones puede ocurrir que el menor termine desarrollando un papel que es más propio del adulto. De este modo, afronta un peso que puede llegar a exceder su propia capacidad de resistencia. Tampoco hay límites firmes y positivos que eduquen, guíen y orienten las acciones hacia el obrar correcto.

Las fortalezas o debilidades del sistema se perciben en la convivencia

La familia disfuncional no cumple con su misión esencial a largo plazo. Es decir, se distancia de sus funciones básicas desde el punto de vista emocional, afectivo, educativo o económico. Funciones que, por el contrario, sí están perfectamente integradas en el proyecto de vida de una familia positiva. En este último caso, el grupo busca el bien común a través del cuidado, la colaboración, la comunicación, la sensibilidad, la escucha y el respeto. En una familia disfuncional, por su parte, existe un alto grado de individualismo dentro del grupo. De este modo, muchas emociones se silencian y se reprimen. Aunque se intensifican las quejas, los reproches y palabras hirientes.

´No existen las familias perfectas e ideales (solo se muestran en apariencia). Y los factores externos negativos también pueden impactar de un modo más directo en entornos vulnerables. Sin embargo, un ambiente funcional o disfuncional puede percibirse directamente en el ritmo de la convivencia diaria. En el primer caso, la armonía, el equilibrio, el respeto y las decisiones positivas son habituales. En el segundo caso, crece el peso de la inquietud y la alarma constante. La huella de una convivencia agradable o compleja perdura más allá de la etapa de crecimiento de los hijos.

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