A lo largo de los últimos años se ha comprobado como el índice de natalidad en Japón ha descendido de forma alarmante. Tanto es así que las cifras ya hablan de un 27,3 por ciento de mayores de 65 años del total de la población nipona. Y según las previsiones, si se sigue a este ritmo, dentro de unos 50 años la mitad de los habitantes de Japón serán mayores de 60 años.
El Imperio del Sol Naciente no tiene límites, y es que auspiciados por los avances tecnológicos más avispados, los japoneses logran sacar partido a cada uno de los momentos vitales de nuestra vida siempre con la mejor de las sonrisas. Hacer de cada segundo un recuerdo, ya no es solo algo que pueda quedarse prendido en la memoria, si no que también ahora puede convertirse en un objeto físico que nos lo recuerde de por vida.
A ninguna madre se le ocurre, creo yo, dejar llorar a su bebé de forma desaforada y sin ningún tipo de caricia o consuelo. Es cierto que los niños se expresan a partir del llanto y reclaman sus atenciones, exigiendo sus necesidades, a través de él, pero de eso a convertirlo en todo un espectáculo internacional, ya me parece un tanto exagerado.
Después de una tragedia natural tan devastadora como la sufrida en Japón hace unos días, ahora empiezan a aflorar las graves consecuencias de este desastre. Por eso cualquier medida es necesaria para evitar que la cifra de tragedias aumente, sobre todo porque, las radiaciones nucleares pueden resultar ahora un impedimento añadido para la recuperación del país.
Resulta casi imposible, a veces, mirar al mundo con esperanza y alegría. Más allá de los propios conflictos bélicos que el hombre, en su eterna ceguera, se empeña en provocar en cualquier rincón del planeta, también la propia naturaleza resulta ser protagonista fatal en algunos de los rincones. Regiones enteras devastadas por fenómenos naturales, familias desaparecidas y millones de muertos que se van apilando en una triste y oscura lista de la que uno, siempre se pregunta, si puede ser el próximo.
Cuando la naturaleza muestra su fuerza como sucedió ayer en Japón, el del año pasado en Chile y en tantas ocasiones, Haiti, Italia, Indonesia, Nueva Orleans... yo no puedo evitar pensar en las madres, aunque imagino que los padres vivirán lo mismo. Pienso en todas a las que les ha pillado trabajando mientras sus niños están en la guardería o el cole, en las que les esperan en casa, las que han ido a comprar y les han dejado con los abuelos o cualquiera que no esté en ese terrible momento con sus pequeños. Debe ser una de las sensaciones más terrorfícas que se pueden sentir.
Cuatro bebés han muerto en Japón tras haber sido vacunados. Tres de los niños lo fueron con Prevenar, la vacuna de Pfizer que protege contra la neumonía por neumococo y uno con ACT-HIB de Sanofi Pasteur MSD, una vacuna contra un tipo de meningitis bacteriana. Esta última vacuna no se vende individualmente en España porque está incluída en las heptavalentes. Además dos de los niños habían recibido también la vacuna combinada contra el tétanos, difteria y tos ferina. La vacunación se ha suspendido en Japón.
La época de la gestación es una de las más impactantes que puede experimentar una mujer. No sólo a nivel físico se produce uno de los más grandes milagros que nos ofrece la naturaleza si no que, también, a nivel psicológico nuestra mente sufre grandes alteraciones, altibajos que nos llevan de la alegría a la tristeza en un limitado espacio de tiempo. Por un lado se encuentran las hormonas, desestabilizándolo todo, y por otro nuestra propia preocupación ante el futuro, dudas sobre nuestras capacidades maternales o si vamos a ser capaces de cubrir todos sus afectos adecuadamente.
Cuatro bebés de lugares tan dispares como Mongolia, Namibia, Japón y Estados Unidos son los protagonistas absolutos de un documental que se estrena hoy en Estados Unidos. Se titula "Babies" y pretende mostrar las diferencias que supone para cualquier niño el lugar en el que han nacido. A España, la cinta llegará durante el verano.
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