El escondite, uno de los primeros juegos del bebé

Al nacer nuestro bebé prácticamente no podemos interactuar con él. Hay una conexión especial, le vamos comprendiendo poco a poco, nos conoce y se siente a gusto en nuestros brazos, pero aún tardará en aprender a comunicarse salvo con el llanto. Pronto llega la sonrisa, al principio la llamada social que es más una mueca que otra cosa, y un poco más tarde empieza a sonreír de verdad, generalmente primero a mamá. En ese momento nuestra relación crece, podemos provocarle la sonrisa y la carcajada. Comienza el juego.

Uno de los primeros juegos es el «cucu-tras», el escondite en versión bebé. Les hace mucha gracia y nosotros comprobamos su inocencia, piensan que si ellos no te ven tu tampoco les verás. Es muy divertido porque tardará mucho en darse cuenta. Es una forma de aprendizaje porque con este juego básico aprenden que las cosas permanecen aunque no las veas y además, ejercitan su capacidad de asombro. A los mayores no nos cansa porque nos encanta escuchar su risa. Es curioso que este juego sea universal, con el mismo resultado siempre.

Crecerá y comenzará el juego más tradicional, el escondite de verdad. Antes hay que avisarles de los lugares prohibidos, porque podrían ser peligrosos. Nuestro bebé se ocupará de tapar algo más que sus ojos, pero seguirá olvidándose de sus pies, por ejemplo, dejándolos bien visibles. Pasaremos una y otra vez por delante antes de descubrirlo y mientras él irá tomando más conciencia de su propio cuerpo. Eso cuando no nos avisa de donde está por si nos olvidamos de buscarle.

El juego es la mejor herramienta de enseñanza que tenemos los padres, junto con el ejemplo. Para los peques es la mejor manera de aprender y experimentar y, sus compañeros favoritos durante los primeros años somos nosotros. No te lo pierdas, la inocencia y la risa pura se van perdiendo con los años, más rápido de lo que quisiéramos.

Foto | Flickr-Honza Soukup

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