El bol del que nunca se cae la comida
Sólo ha sido una décima de segundo, el gesto involuntario de un sutil parpadeo o ese leve e inoportuno descuido de mirar hacia otra parte justo cuando el puré aparece esparcido por la mesa. Los niños aprenden jugando y, dentro del amplio mundo del juego y la enseñanza, está la parte divertida de aprender a comer. Por eso es inevitable, por mucho que nos empeñemos, que las cucharas vuelen, las verduras acaben formando un lindo estucado en la pared de la cocina o el plato ruede y caiga sin más horizonte que el suelo.