A partir del año su humor cambia (II)

A partir del año su humor cambia (II)

Escrito por: Leticia   @leticiadelpino    12 noviembre 2009     2 minutos

En este segundo artículo te contaremos, por ejemplo, que cosas le hacen gracia. Un claro ejemplo de ello es cuando sus padres se pasan la pelota rodando sobre la mesa de la cocina, ellos inexplicablemente empiezan a sentir cierta emoción de lo que saben que va a suceder: papá y mamá se pasan la pelota hasta que, precedida de gritos y aspavientos, se cae de la mesa. Esto les resultará muy divertido porque saben que es un juego, ahora, si los gritos fueran reales los chiquitines no se divertirían con ellos.

Pero resulta que estos gritos exagerados son solo parte del juego y una simulación. Son acuerdos tácitos que surgen como reglas de juego. Sin decir ni pío se han puesto todos de acuerdo, comparten supuestos en ‘su’ broma. Han creado y comparten un espacio para la risa.

Ahora viene una segunda cuestión: hacer reír a los demás. El pequeño busca la risa cómplice de sus padres, y para eso hará acopio de todas sus nuevas herramientas: su mirada de pícaro, sus graciosos movimientos, los sonidos que nos sorprenden.

Cuando nuestro hijo descubre por casualidad algo que nos hace reír, no lo olvida. Cuando algo nos hace gracia, los adultos somos exactamente como chicos: queremos que lo repitan todo el día. Podemos ponernos tan pesados como ellos.

Lo importante de esto es que el desarrollo del sentido del humor no es algo que debamos tomarnos a la ligera. Es una de las herramientas más valiosas a la hora de enfrentarnos a los malos y buenos momentos de la vida infantil y adulta. Ocurre, en realidad, de forma natural: el pequeño imitará nuestra forma de situarnos ante los problemas.

El primer año es la época de la frustración. El chico quiere caminar, pero al principio no puede: quiere hablar, pero no puede, quiere correr, pero n puede. Es el momento de aprender a reírse de sí mismo. ¿Cómo? Imitando es una forma. Nuestro bebé que llora desconsoladamente porque n puede subir una escalera, puede reírse a carcajadas si alguna vez nos sentamos a su lado y lo intentamos también.

Reírnos de nuestros propios errores es una manera aún más convincente. Así enseñamos a nuestro hijo que podemos permitirnos cometer errores son castigarnos con la tristeza.

Fuente | Ser Padres Hoy