Zonas de juego excesivamente seguras

Zonas de juego excesivamente seguras

Escrito por: Belén    19 julio 2011     2 minutos

No había reparado en ello hasta que he leído el artículo en el New York Times, muchos columpios habituales en mi infancia ya no se ven en los parques. Ya no están aquellas plataformas giratorias en las que te dabas tanto impulso que salías mareado, ni aquellos arcos y castillos de acero que podías escalar y donde ejercitábamos piernas y brazos colgándonos boca abajo. Los mejores eran los que tenían un tobogán que empezaba arriba del todo, ¿verdad?. Ahora hay entramados de cuerda, siempre o casi siempre, sobre un arenero.

Los parques infantiles son mucho más seguros, los niños si encuentran algo de lo que caerse, lo hacen en blandito, pero ¿es lo mejor para ellos?. La profesora de psicología de la Queen Maud University en Noruega, Ellen Sandseter, no está de acuerdo. Según comenta en el artículo mencionado, los niños necesitan afrontar riesgos y miedos durante el juego como parte de su desarrollo.

Sandseter identifica seis peligros en las zonas de juego: experimentar con la altura, con la velocidad, manejar herramientas peligrosas, estar cerca de elementos peligrosos como agua o fuego, el juego agresivo y vagabundear lejos de los adultos. El más frecuente es la altura. Para la profesora «Los niños se acercan a los riesgos de manera progresiva y pocos intentarán llegar a lo más alto la priemra vez. Lo mejor es dejar que se enfrenten a los retos desde muy temprano y progresivamente irán desarrollando capacidades con el juego durante los años siguientes«.

Pero, los niños se caen y lesionan a veces. Sandseter explica que rara vez las lesiones son importantes y que un niño que se ha lesionado antes de los 9 años por una caída, es menos propenso a tener miedo a las alturas de adolescente que uno que no lo experimentó. Ella y otros psiquiatras coinciden en que nuestro miedo a que nuestros hijos se hagan daño sin importancia, consigue que sean niños temerosos con mayores niveles de psicopatología.

Por tanto, y cada uno en la medida que sea capaz de soportar, debemos dejar a los niños ser niños, experimentar y asumir riesgos. Es cierto que cuesta, pero a nuestros padres también y nosotros sí pudimos trepar, caernos y llegar a casa con la piel de la rodilla levantada. Forma parte del crecimiento.

Vía | The New York Times
Foto | Flickr-Mark & Marie Finnern