Un niño feliz (II)

Un niño feliz (II)

Escrito por: Leticia   @leticiadelpino    9 octubre 2009     2 minutos

Los atributos que conforman a una persona feliz serán distintos, según cada una de nuestras historias y experiencias. Aquí trataremos de esbozar una caracterización posible de un niño feliz, buscando los caminos para elaborar y defender su alegría. Tal vez, el poder formar y ayudar a desarrollarse a una persona capaz de amar y de trabajar, constituiría una de las imágenes de felicidad que nos gustaría conseguir para nuestros hijos.

Hay ciertos elementos que son básicos para lograrla. Seguramente existen muchos más, muchas veces depende de cada chico en particular nos ocupamos de los aspectos básicos.

Poder buscar ayuda y no morir en el intento…. Nuestro hijo demandará alimento, atención, mimos, consuelo, desde un primer momento. Responder en forma adecuada a esas solicitudes no implicará tan sólo una actitud mecánica, ni tampoco una conducta ansiosa o avasallante. Deberíamos tratar de afinar nuestra empatia hacia el niño, intentando descubrir qué necesita, y de qué manera lograremos llegar a satisfacer su carencia. Sería deseable que pudiéramos estar disponibles para cuidarlo, pero sin asfixiarlo con exceso de celos, sin sobreprotegerlo, sin dar por sentado lo que se debería (según nuestro criterio) querer.

El chico necesita, básicamente, que escuchemos qué pide y que decidamos en consecuencia. Si nuestros hijo puede buscar nuestros cuidados y nosotros estaos allí para responder a lo que necesita, él podrá desarrollar la seguridad de que mostrar una carencia ante alguien amado no implicará su abandono ni su rechazo, sino un oído atento y la ayuda adecuada.

Aprender a brindar cuidados. Poder pedir ayuda y recibirla de alguien afectuoso y sensitivo llevará a nuestros hijos a desarrollar la capacidad de brindar atención y cuidados a quienes ellos pueden amar. Poder desarrollar, en los términos antedichos, esta capacidad de escuchar y ayudar hacia nuestro hijo, conllevará su confianza en nosotros, en nuestra incondicionalidad y fomentará que se muestre tal cual es, con virtudes y defectos, sabiendo que será aceptado y auxiliado cuando lo necesite.

Si pudimos estar disponibles para responder al pedido de cuidados de nuestros chicos, seguramente, ellos aprenderán a cuidarse y a cuidar de los otros, a amar y a ser amados. Un pasito hacia la felicidad.

Fuente | Saber Vivir